Estereotipos que se tambalean

¿Habéis visto el programa ese de televisión en el que cada capítulo te muestran cómo construyen una piscina de ensueño? Creo que hay dos de ese tipo, sino me equivoco, “Piscinas de ensueño” y “Superpiscinas” y ambos  se pueden ver en DMax. También hay otro programa similar en Divinity que se llama “Superpiscinas Sumpreme”, pero ese no he tenido oportunidad de verlo por incompatibilidad horaria. Pues el caso es que he conocido a alguien que tiene una piscina de ese tipo, e incluso mejor que esas que aparecen en televisión, y aún no termino de salir de mi asombro.

Este año, todo el verano ha sido de lo más atípico y me temo que el invierno tampoco va a ser muy “normal”. De hecho, si me paro a pensar en las posibilidades que se nos vienen, creo que hasta el 2022, cuando tengamos la vacuna para el Covid19 a nuestro alcance, la normalidad va a brillar por su ausencia. Y es que eso de “la nueva normalidad” a mí no me encaja por ningún sitio.

Si bien es verdad que ya es hora de que nos acostumbremos a las medidas recomendadas por Sanidad para evitar rebrotes como usar siempre la mascarilla, intentar mantener la distancia de seguridad mínima entre personas y evitar los actos multitudinarios, la realidad es que nuestra normalidad dista mucho de ser lo que hay ahora. Por ejemplo, ante llevaba a mi sobrina al parque siempre que podía, ahora me voy a pasear con ella o nos quedamos en casa jugando a algo o viendo una peli pero al parque no la llevo. Si salimos a la calle lo hacemos con mascarilla, tenemos que esperar a que se vacíe un comercio para poder acceder nosotros, las reuniones con los amigos se hacen en dos o tres tongadas para evitar juntar a demasiada gente en un mismo espacio cerrado y ya no te digo nada sobre las barbacoas veraniegas que solíamos hacer todos los años y que este verano han brillado por su ausencia…todo esto no es normalidad, lo pinten como lo pinten, lo que sí es son medidas preventivas que todos deberíamos tener siempre presentes para mantener el virus a raya.

Bueno, el caso es que este nuevo verano atípico ha propiciado que se hayan hecho pequeñas reuniones con amigos donde al objetivo era pasarlo bien en petit comité y eso dio lugar a que una amiga muy cercada de mi prima acabase invitándome a una barbacoa en su casa en la que solo irían tres parejas, y yo.

Todo surgió a raíz de que me fuera con mi prima al cine y nos encontráremos allí a esta chica y a su pareja con quienes acabamos viendo la película y tomando una caña después. Una charla llevo a otra y esa otra a una más que derivó en “vamos a hacer una barbcaoa en mi casa y así nos vemos”. Por supuesto, los invitados principales eran las tres parejas de amigos que siempre quedaba y, en este caso, yo también, más que nada porque estaba ahí cuando empezaron a  organizar el día.

La verdad es que no pensaba ir porque yo sé cuando se me invita por “quedar bien” y cuando lo hacen porque verdaderamente les apetece hacerlo pero al final acabé con el bañador puesto y esperando a que mi prima y su novio me recogieran por insistencia de ella.

Yo ya sabía que la chica tenía dinero, y mucho, pero no esperaba ver lo que vi. La casa era enorme, de esas de diseño, pero la verdad es que lo único que vi de ella fue el exterior ya que no accedimos al interior en ningún momento, y no importa, porque ese exterior se merece un premio. Era como estar en polinesia a todo lujo en un hotel de cinco estrellas.

La piscina era norme, por descontado, pero es que además tenía una cascada formada con rocas de chulísimas que luego me contaron que habían traído aposta desde una cantera de piedra natural. La barbacoa era una pasada, de obra, con una pedazo chimenea inmensa, y en la zona de descanso (como la llamaba la propietaria) además de la mesa enorme con sillas donde comimos debajo de una pérgola chulísima, tenían una mini cocina con nevera e incluso una pequeña bodega climatizada a medida. Ilusa de mí, sin saber muy bien que estaba preguntando, le dije que siempre había querido tener una de esas para tener mis vinitos a punto en cualquier momento y la chica, toda dispuesta y amable, va y me dice que me pasará la tarjeta de Vicave, vinotecas a medida, que son buenísimos y hacen precio. Ante eso solo supe callar y pensar… ¿dónde pretende esta chica que meta yo una bodega climatizada en mi piso de 50 metros cuadrados? En fin…

Luego, en un lateral de esa misma zona de descanso, tenían una especie de rincón chill out con sillones de exterior, una mesa de centro y una especie de chimenea de gas de exterior. Me recordó mucho a la que tiene mi tía en el campo de Ambifuego, pero la verdad es que no sé si era de ellos o no, lo que sí sé es que era una auténtica pasada.

Pasamos un día estupendo, comiendo carne a la brasa, patatas y verduras como pimientos y espárragos, que estaban deliciosos, sin parar de entrar y salir de la piscina y luego, por la noche, con una copa en la mano a la fresca mientras reíamos sin parar. Me cayeron todos muy bien, no sé por qué me los imaginaba bastante más estirados, supongo que por prejuicios estereotipados.

Mi prima, que aún vive con mi tía (la que he nombrado antes que tiene una casa de campo) derivó en un momento el tema hacia la piscina porque está empeñada en instalar una de esas prefabricadas en el terreno del campo. Yo la miré de arriba abajo en plan “¿estás loca?” porque pensaba que estaba preguntando por el precio de una piscina como la que ellos tenían pero obviamente no era así, lo que quería saber es qué tipo de mantenimiento necesitaba porque su madre está reticente a lo de instalar una piscina en el campo porque cree que luego el mantenimiento es muy costoso. Al final su amiga le insistió en que hablase con mantenimientopiscinamadrid.es para que le dijeran una idea aproximada ya que son quienes llevaban el mantenimiento de esa inmensa piscina pero, lógicamente, no tendría nada que ver con lo que podrían hacer en una de tamaño normal y sin tanto lujo.

Se me cayeron los clichés

Al final aquel día acabaron por rompérseme los esquemas preconcebidos que tenía sobre la gente adinerada y es que, hasta entonces, yo tenía en la cabeza que no era lo mismo haber tenido suerte y tener dinero que ser adinerado. Para mí, quien podía decir que era una persona con suerte y dinero, pero dentro de unos rangos normales, podía ser tan simpática o antipática como cualquier otra persona, o tan egoísta o amable como tú, o yo. Ahora bien, cuando me encontraba con personas adineradas, es decir, personas que tenían tanto dinero que a veces no sabían en qué gastarlo, siempre me parecían altivas y con una mentalidad de “nobleza” que hacía que pudiéramos hablar de pocas cosas, porque en cuanto tocábamos ciertos temas nos dábamos de bruces con nuestras tan diferentes opiniones.

Tampoco es que yo haya conocido a muchas pero sí a más de una. Recuerdo una vez en la que fui a una cena con los amigos de mi amiga pudiente (de colegio de pago, apartamento en la playa y pisazo en el centro de la ciudad) y me quedé de piedra al escuchar cosas como “pues yo si le pido a mi padre una casa para independizarme sé que me la compraría pero no quiero hacerlo, quiero ganarme yo el dinero, por eso he empezado a trabajar con él en su empresa”.

Con ese tipo de personas se puede hablar del tiempo, de una obra de teatro e incluso de un programa de televisión pero es mejor no profundizar demasiado porque ¿cómo va a entender ella los problemas que pueda tener la gente como yo? De hecho, no los entendía, por eso quedé solo en un par de ocasiones con ese grupo y jamás volví a hacerlo. Escuchar ese tipo de sandeces y frivolidades me provocaba sarpullidos.

Sin embargo, esta chica amiga de mi prima, es una persona llana, amable y que no alardea de lo que tiene. Lógicamente si estás en su casa se hace patente el poder adquisitivo que tiene tanto ella como su familia, pero no alardea de ello y si la vieras por la calle no te parecería una persona con tanto dinero en el banco. De su boca, no escuché decir nada que denotase el dinero que podría tener o dejar de tener en el bolsillo y, por supuesto, se interesó en hablar de cualquier tema, incluso preguntándome por mi vida personal y entablar así una conversación un poco más profunda sobre temas que me preocupaban en ese momento como, por ejemplo, mi empleo o el de mis familiares, los cuales peligran por culpa del Covid19, o por la educación de los niños y niñas de este país, que se tambalea.

Con esto no estoy diciendo que fuera una persona maravillosa, y no lo digo porque realmente no la conozco, pero sí he de decir que a veces, prejuzgar a alguien por las experiencias previas que hayas tenido, es muy equivocado.

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