Podría haberme andado con rodeos para dar la gran noticia en el blog peor he pensado que decirlo así, de golpe y sopetón, iba a causar más impacto. De hecho, yo también estoy un poco asombrada aún, y mi familia, y mis amigos, y probablemente la propia moto también, pero el caso es que ahora soy una de esas conductoras sobre un vehículo de dos ruedas que puede aparcar prácticamente en cualquier sitio e ir a cualquier punto de la ciudad sorteando el tráfico. Aunque la realidad es que no lo hago porque me da miedo, ya lo he dicho.
Todo esto del coronavirus me ha hecho pensar aún más en la situación actual del planeta. Lógicamente todos hemos estado leyendo mil noticias, informes e incluso visto documentales sobre nuevos virus (y eso por no hablar de películas porque con “Contagio” casi me da algo). Y claro, de tanto leer, una al final se informa de cosas tan espeluznantes como que el ser humano le está comiendo el terreno a los animales, les está robando sus casas. Y no es que sea algo nuevo, tengo que reconocer que esto ya lo había oído, pero atar cabos pensando que ciertas especies que antes estaban muy separadas del hombre viviendo a cientos de kilómetros de nosotros ahora se encuentran a un tiro de piedra porque nos hemos comido la selva es aterrador.
Resulta que, por un lado, estamos dejando si hábitat a miles de especies que, luchando por sobrevivir, se acercan cada vez más al hombre. ¡No porque quieran!, maticemos, sino porque no les queda otra alternativa. Esto provoca que los virus que portan, virus con los que el ser humano no se había topado, acaben mutando hasta afectarnos, tal y como ha hecho el Covid19. En otras palabras, que esto puede volver a pasar 1 y 100 veces más, y todo es culpa nuestra.
Sé que no podemos evitar que talen árboles o se construya cada vez más cerca de los parajes naturales, ni siquiera tengo el poder de impedir que una fábrica emita tanto CO2 como para cargarse toda vida en un radio de 5 kilómetros si se concentrara todo allí, pero lo que sí está en mi mano hay que hacerlo. Por eso, y por varios motivos más, he aparcado mi coche de gasolina y me he comprado una moto eléctrica en Scoomart. Elegí esta empresa porque las motos llevan una especie de batería extraíble que puedes sacar, subirte a casa porque tienen forma de maletín, cargarlas en cualquier enchufe y cuando vayas a coger la moto volverlas a bajar e insertarlas de nuevo.
Este tipo de batería me parece un acierto porque yo no tengo garaje privado con enchufe así que la posibilidad de tener un coche eléctrico queda totalmente descartada y estas motos me dan la posibilidad de poder tener un vehículo y moverme por la ciudad sin contaminar con la tradicional gasolina.
Es solo un granito de arena, lo sé, pero es mi granito de arena. Eso y no comprar plásticos (o los menos posibles) y reciclar todo lo que puedo.
Ahora toca aprender
Sin embargo, ahora viene la parte más problemática del asunto. Yo no he llevado una moto en mi vida y subirme a una tampoco lo he hecho mucho, tres o cuatro veces con amistades, nada más, así que la idea de que yo conduzca una, con mi peso y mi tendencia a las caídas me da pavor, pero no solo a mí, a todo el que me conoce también. Pero bueno… todo sea pos la causa ¿no?
El coche lo tengo bien aparcado y mi idea es usarlo una vez cada 15 días o así (para que no se me estropee de tenerlo parado) para traerme la compra pesada en el maletero y, por supuesto, si hago algún desplazamiento largo por un viaje o lo que sea. El resto del tiempo intentaré no darle uso y moverme con la moto eléctrica, aunque muera en el intento (espero que eso no pase).
Y es complicado, no os creáis que no, porque por un lado tenemos que mantener el equilibrio, por otro debes estar atenta a la circulación y por otro respetar todas las señales que, en moto, a veces ni las ves (lo juro, no es broma), pero el colmo de los colmos es cuando llega otra moto que quiere pasar por donde estás tú y pretende que hagas lo que ella hace, es decir, que adelantes como sea.
Esto me paso en la segunda salida que hice con la moto. No iba lejos, a casa de una amiga, y estaba muy contenta por cómo estaba manejando la situación hasta que paré detrás de dos coches en un semáforo. Pues bien, a mi lado llegó otra moto que quería pasar entre los coches para colocarse el primero en el semáforo (como si eso significara llegar dos horas antes a su destino) pero como yo estaba antes que él y me había colocado en medio pues no podía pasar. Empezó a moverme la mano como loco, de hecho parecía que estuviera cazando moscas, y yo negué con la cabeza porque no pensaba meterme en ese minúsculo espacio entre los dos coches para ponerme 5 metros por delante. Entonces el caballero, por decir algo, siguió con los gestos de su mano matamoscas pero, en esta ocasión, indicándome que me apartara y claro, eso no es tan sencillo.
Dile tú a una novata que tiene el pie anclado al suelo con pegamento de contacto para no caerse de la moto porque aún lleva la estabilidad de aquella manera que, sin arrancar porque no hay espacio, mueva su moto y su pie hasta el lateral para dejar paso a un niñato estúpido con mucha prisa que no puede esperarse medio minuto a que el semáforo se ponga verde y podamos, así, movernos todos.
El caso es que empecé a ponerme nerviosa intentando mover el manillar y despegando mi pie del suelo, intenté echarme hacia atrás pero ya teníamos otros coches esperando en el semáforo también ahí y no quería darles. Intenté también moverme lateralmente pero os puedo asegurar que eso con una moto es prácticamente imposible, al menos para una novata con poca fuerza.
Lo que más me fastidia es que el tío estaba viendo que no podía, que me estaba costando horrores y que me podía caer y, aun así, él metiendo prisa. Se bajó la visera del casco y empezó a gritar que hiciera el favor de quitarme, que él quería pasar, y que a ver qué hacía yo encima de una moto si no sabía usarla. Me cabreé y mucho, me bajé de la moto cual HULK y olvidé ponerle la pata a la moto que, por consiguiente, se dio de bruces contra el suelo. Me giré al oír el golpe e iba a pasar de la moto para seguir directa hacia él (me lo habría comido), justo cuando el semáforo se puso en verde y el idiota arrancó sin más, no tuvo valor de encararse conmigo. Se fue, y el amable conductor del coche de detrás salió de su vehículo para ayudarme a levantar la moto.
Gracias a Dios solo se hizo un arañazo irrisorio en comparación con lo que se podría haber hecho. En realidad yo pensé que me había cargado el retrovisor como mínimo pero no, seguía vivito y coleando, así que dio las gracias al del coche de atrás y me fui.
Desde ese día tengo claro que ni voy a ir sorteando coches cual camicace ni pienso dejar que nadie me diga cómo tengo que conducir. Intento dejar paso directamente pero si no puedo hacerlo y alguien intenta obligarme a que adelante yo los vehículos para dejarle paso y ponerse el primero en cualquier semáforo pienso plantarme con esa misma fuerza de HULK que me entró la otra vez para no moverme ni un ápice y, por supuesto, para no dejar que sus movimientos de mano o sus insultos me afecten. Sin más.