Menudo fiestón me voy a pegar

Tal y como veo yo las cosas, la Nochevieja es la noche más loca del año, una noche en la que todo lo “legal” está prácticamente permitido, hagas o no el ridículo, una noche en la que las mentes más atormentadas lloran a mansalva pensando en que el año que termina no ha servido para nada, mientras que las mentes locas, como la mía, que preferimos no pensar demasiado, cogemos un punto gracioso de “contentillo” y la liamos parda en algún que otro espacio, a veces más acertado que años anteriores. Como este próximo 31 de diciembre en el que mis amigos y yo hemos alquilado un local para fiestas en Madrid, el Daho.

Va a ser una bomba, o eso pienso yo, porque lo que ha pasado es que un amigo que vive en Madrid porque está estudiando allí, junto a sus dos compañeros de piso, han propuesto la idea de que todos sus respectivos amigos (los que viven  en la capital y los que no) pasemos la nochevieja allí con ellos. El caso es que nos vamos a juntar, al final, unas 80 personas y la idea es picar algo, a partir de las 20:00 de la tarde, en el Daho, y bajar hacia la puerta del sol sobre las 22:00 para coger buen sitio. ¡Me tomaré las uvas por primera vez en La Puerta del Sol! Puede parecer una tontería pero estoy emocionadísima con eso porque para mí es todo un acontecimiento. Cuando acaben las uvas volveremos al Daho, a vivir la noche, con barra libre. Algunos se quedarán allí en algún hotel, por lo que me han dicho, pero mis tres amigas y yo pensamos coger el tren de vuelta a las 7:30 de la mañana, así que va a ser una noche muy larga.

Experiencias para recordar

Estoy completamente segura de que no soy la única que tiene historias que contar de fiestas de fin de año, más que nada porque es una noche en la que siempre pasa algo, pero haré aquello a lo que os tengo acostumbrados  a todos: os contaré mi última experiencia.

El año pasado pasé la nochevieja en la casa de campo de una amiga que organizó una pequeña fiestecilla y he de decir que no estuvo nada mal. La cosa estaba bastante tranquila, con nuestras risas y nuestra fiesta privada, hasta que Ana, (que está casi más loca que yo) salió a fumar a la terraza y empezó a gritarle a unos chicos que estaban en la terraza de la casa de al lado. ¿Queréis saber qué paso? Pues que los chicos, cinco para ser exactos, se presentaron en el vallado pidiendo permiso para entrar a nuestra fiesta. Casi matamos a Ana, no porque hubiera sido ella la que los hubiera invitado (según ella no fue así) sino porque siempre tiene que liarla de alguna manera.

Al final les abrimos, un poco por compromiso y por eso de que eran vecinos de la dueña de la casa de campo aunque ésta decía que sabía que uno de ellos era hijo del vecino, pero que no los conocía de nada. Los chavales, muy puestos ellos, trajeron un par de botellas de su propia fiesta, y a mí me llamó la atención una de esas botellas porque no había oído hablar jamás de su contenido: absenta.

Cuando tomé el primer chupito ante la atenta mirada de todo el público del salón (mis 7 amigas y los 5 chicos), esperaba que aquello me diera un subidón de la ostia, más que nada por todo lo que me acababan de decir mis amigas que era la absenta, pero como no ocurrió nada yo, más chula que un ocho, pedí un segundo chupito. ”¡NOOOOO!”, me decían algunas amigas “No lo vas a aguantar…” me decían otras, y los chavales me sirvieron el segundo chupito que entró con la misma facilidad que el primero.

“¿Estás bien?” me preguntó el supuesto hijo del vecino del campo de mi amiga, “de puta madre” respondí, y siguió la fiesta… aunque para mí duró muy poco más porque a los dos minutos, como mucho, todo empezó a darme vueltas y vueltas. No recuerdo mucho más, sólo algunas imágenes fugaces de los chicos despidiéndose casi al amanecer y algunas cosas sueltas, el problema vino cuando me enseñaron las fotos de aquella noche.

Por lo visto primero me dio un bajón impresionante y tuve que tumbarme en el sofá un rato, no saben cuánto tiempo pero mis amigas ya pensaban que dormiría la mona hasta el día siguiente. No fue así. Me levanté pasado el rato y empecé a bailar como loca y a reírme como una descosida (hay un vídeo en el móvil de Ana que lo demuestra). Así que ahora tengo una foto subida encima del limonero de mi amiga, con el vestido arremangado y cara de loca descarriada. En otra foto aparezco encima de la mesa del comedor, con los tacones en la mano, mientras uno de los chavales estaba posicionado debajo con los brazos abiertos por si vuelco y tiene que cogerme al vuelo. En otra foto se me ve a mí intentando correr hacia la piscina mientras Ana y dos más me cogen del vestido intentando parar esa locura (estábamos a 2 grados). Pero la foto que más vergüenza me da es una en la que aparezco sentada sobre el sillón favorito del padre de mi amiga con una taza de chocolate caliente (que luego descubrí que hicieron sobre las 4:30 de la madrugada) comiéndome una porra con una cara de… en fin, todo muy lascivo….

He pedido que borren esa foto de sus móviles y su memoria pero no hay manera, sigue ahí, guardada… y lo que me lleva comiendo la cabeza desde entonces es saber si el dueño de sillón, el padre de mi amiga, habrá visto esa fotografía…. ¿No os doy pena?

En serio, tened cuidado esta nochevieja porque el alcohol, y concretamente la absenta, lo carga el diablo.

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