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Hoy, de cena, sugestión

Dicen que como te sugestiones con una enfermedad vas a tener todos los síntomas de la misma aunque estés más sana que un roble, pues con la comida pasa algo similar y puedo demostrarlo. Yo no es que sea una persona muy “asquerosilla”, de hecho lo pruebo casi todo y aunque reconozco que hay cosas que no me gustan, eso no significa que me den asco. Pero el caso es que últimamente he comprobado que, a mi alrededor, la gente tiene muchos problemas con la alimentación. Que digo yo, que si hubieran nacido en una tribu del Congo igual no eran tan remilgados ¿no? Os contaré tres historias hoy…

El día de la nata

El domingo pasado, a mediodía, mi madre decidió hacer para comer un estupendo solomillo al horno con salsa a la pimienta que, si conocéis la receta, sabréis que lleva nata. Mi abuela, que tiene una especie de lucha encarnizada contra la leche y cualquier otra cosa que se le parezca (pero no, no es intolerante a la lactosa, sólo es cabezona) no podía saber que aquello llevaba nata porque, de haberlo sabido, no habría probado bocado.

Llegó la hora de la comida. “¡Solomillo a la pimienta!” gritó mi madre en alto toda orgullosa de su plato y empezó a servir a todos y cada uno de los comensales. Mi abuela, que aunque delgadita tiene buen saque, se comió dos trozos de solomillo importantes y, además, mojaba el pan en la salsa “a la pimienta”. Yo creo que no se chupó los dedos por educación, si no llegamos a esta ahí todos sus nietos fijo que se los chupa.

Tomamos el postre, natillas caseras. Mi abuela, por supuesto, nos las probó porque, como sabéis, llevan leche. Y luego se sirvió el café. Justo en ese momento de la sobremesa, sólo para dárselas de “lista”, mi madre soltó la bomba. “Señora Carmen”, así es como la llama “para que vea que todo lo que tienen son manías: la carne que acaba de comer llevaba una salsa echa con nata”.

¿Sabéis ese momento en el que empiezas a encontrarte mal y tu tono de piel parece palidecer primero para volverse amarilla después? Pues mi abuela sufrió una metamorfosis similar justo ene se momento, pero no se sabía muy bien si se estaba poniendo amarilla de angustia o morada de rabia. Era como un camaleón cambiando de color según el estado de ánimo, pero con la imagen pasando en modo rápido, igual que en los documentales de La 2.

Al final, la pobre mujer no pudo soportarlo más y se levantó directa al baño a vaciar su estómago de tan maléfico veneno pero os juro, por todo lo que se me pueda ocurrir en este momento, que hasta que mi madre no abrió la boca mi abuela estaba la mar de contenta con su comida dominguera.

La cena de Sushi

Yo adoro el sushi, de hecho mi restaurante favorito es Enso Sushi, porque mezclan la tradición japonesa de los platos más ancestrales con la innovación de algunos de los mejores chefs. Pero claro, si eres anti sushi ya pueden ponerte el salmón en vuelto en tiras de oro que no vas a metértelo en la boca.

Pues bien, hace unos días fuimos a cenar a este restaurante unas amigas y yo. Una de ellas, Sara, odia cualquier cosa que esté cruda y el sushi, lógicamente y por muy marinado que lo hayan hecho, lo está, así que lo primero que hizo fue pedirle al camarero que a ella le trajeran platos sin pescado crudo, ya fueran vegetarianos o cocinados. El resto, como es normal, pedimos un poco de cada para probar casi todo lo que pudimos.

Llegó un momento en el que la pobre Sara, muerta de hambre porque a pensar había probado tres cosas, miraba la mesa con cara de no saber dónde meterse, así que la animamos a probar algunos de los platos que habíamos pedido las demás. Al principio no quería, pero de algún modo, ese pequeño diablillo que todos tenemos en el hombro izquierdo le habló hasta convencerla de que probara alguna cosa. En otras palabras: estaba muerta de hambre y ya no podía más, así que le ofrecí un sushi buenísimo que hacen allí llamado Urkamaki Ebi y que lleva aguacate, salmón y especias. Se lo llevó a la boca de modo rápido, casi para tragárselo sin masticar, y su sorpresa fue que le gustó, y mucho. Eso la llevó a probar un poquito de aquí, y un poquito de allí, y el resto pensábamos que habíamos conseguido lo imposible: que le gustara el sushi.

Al finalizar la cena fuimos a tomar una copa y la situación cambió radicalmente. Yo creo que el hambre que le hizo probar todo aquello se había calmado tanto que ahora en lo único que podía pensar era en que había comido pescado crudo porque empezó a mirarme con cara de “helpme”. “¿Qué te pasa”, le dije, “he comido sushi”, me contestó, y luego no dejó de repetirlo durante la siguiente media hora.

Yo no sé qué demonios se estaría imaginando, tal vez a Golum comiendo pescado recién cazado del río en “El señor de los anillos”, pero el caso es que cada vez se estaba poniendo peor y, por supuesto, acabó echándolo todo.

El carpaccio, no es gazpacho

Los restaurantes gourmet tienen truco, y esto lo digo porque yo he metido más de una vez pidiendo cosas de la carta. Lo mejor es preguntar todo y no hacerte la lista, pero a veces pides sin saber, por no quedar de ignorante, y luego pasa lo que pasa.

“¿Qué me recomienda?”, le pregunté al camarero, y él me soltó una retahíla de platos que se sabía de memoria y que eran sugerencia del chef. Yo creí entender gazpacho, y pensé en el típico gazpacho andaluz, y dije “¡Eso, eso! ¡Eso quiero yo de primero!”. Pero claro, de aquello que te imaginas a lo que luego es en realidad…

A los minutos, junto a otros primeros, trajeron a la mesa un plato con una especie de lomo fino que dejó justo delante de mí. Yo, muy prudente, no dije nada y aunque no tenía ni idea de lo que era aquello, empecé a comer. Estaba bueno, lo reconozco, pero tenía una textura extraña. Parecía embutido, pero no lo era…

Cuando retiró los platos le pregunté, no pude reprimirme. “Carpaccio”, me dijo el camarero “lo que usted pidió” concluyó, y se marchó de nuevo a buscar los segundos. Saqué el móvil inmediatamente y busqué “carpacho”, “garpacho” y todo aquello que se me ocurrió hasta que en la Wikipedia encontré “Carpaccio”… ¡bendita Wikipedia!, aunque tal vez habría sido mejor no haber encontrado nada.

El carpaccio es una preparación de carne o pescado cortada hasta quedar muy fina y servida, cruda, como aperitivo.

Yo el sushi, lo veo… la ternera de vaca cruda no la veo. Y en ese momento dejé de ver todo porque entonces entendí aquella textura que tenía mi embutido, aquel sabor… y me puse tan mala que no pude salir de casa en lo que quedaba de fin de semana.

Poco después tuve que contratar un catering para una fiesta especial que íbamos a hacerle a mi prima, que cumplía 40 añazos ya, y a los pobres de La Frolita, la empres que contratatamos, les pregunté prácticamente cada ingrediente de sus platos porque cada vez que leía algo distinto en lo que estoy acostumbrada me asustaba y necesitaba saber qué llevaba todo exactamente. En fin….

¿Sugestión? Con total seguridad pero está claro que los humanos somos así. ¿o no?

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