Siempre he pensado que esa frase tiene más razón que un santo. Puede que un niño adorable se convierta después en una “bestia parda” con la que es mejor llevar cuidado, pero la realidad es que los niños son el futuro de nuestro país, de nuestro planeta, y cuánto más los cuidemos y protejamos más posibilidades tenemos de que el futuro de nuestra sociedad sea prometedor y deje de cometer los errores que la humanidad ha venido cometiendo desde hace años.
Ojala, en un futuro no muy lejano, los malos tratos, los abusos y ciertas conductas sumen un número muy pequeño de denuncias al año. Ojala, en un futuro no muy lejano, el respeto al prójimo sea lo que más predomine en nuestra sociedad, por encima de egos, opiniones extremistas o chulerías. Ojala, en un futuro no muy lejano, los delitos bajen considerablemente (no voy a pedir que desaparezcan porque eso sería una utopía) y podamos caminar tranquilas/os por la calle. Ojala todo eso llegue algún día y aunque por ahora queda mucho camino por recorrer, la esperanza para ese futuro recae en nuestros niños, en su educación y en su cultura.
No voy a entrar ahora en si hay culturas más o menos permisivas, más o menos machistas o más o menos intolerantes porque no es el objetivo de mi post de hoy, solo recalcaré que los extremismos nunca fueron buenos y que si todos nos respetásemos debidamente, tanto en ideologías como en opiniones o religión, el mundo sería muchísimo mejor.
Tampoco voy a decir que todo es respetable, porque hay cosas que no se pueden respetar, y hablo de todo aquello que viole los derechos humanos y de todo aquello que implique un daño físico o moral a cualquier persona, o a nuestro entorno. No es respetable que haya quien contamine, entidad o persona, a diestro y siniestro sin importar nada y no es respetable que una persona discrimine a otra por ideología. El resto, casi todo, puede basarse en el respeto mutuo
El Covid19 se ceba con los niños
La primera ola sufrida en España provocó el confinamiento total de todo el país durante más de dos meses. Los colegios permanecieron cerrados todo ese tiempo, del mismo modo que lo hicieron parques infantiles, zonas de juego e incluso se prohibió la posibilidad de pasear, todo ello bajo el pensamiento de que este tipo de acciones se llevaban a cabo para prevenir un mal mayor.
Todo eso fue cierto. Gracias a ese confinamiento bajamos la curva en la primera ola y ahora en la segunda se están barajando todas las posibilidades que pueden haber para evitar un segundo confinamiento que destroce la economía del país. Por eso las restricciones cada vez son más duras en las autonomías, por eso no debe temblar el puso para aplicar esas restricciones.
Sin embargo, ¿no deberíamos empezar a poner la salud física y mental de nuestros niños por delante de cualquier otra cosa? En Francia acaban de decretar un segundo confinamiento pero suavizado con respecto al que vivieron en Marzo. Y es que solo se permitirá la circulación en las calles para que los niños y niñas acudan a los centros escolares y para que sus padres puedan acudir a trabajar. Obviamente, también se permiten las salidas para hacer las compras más necesarias de alimentación y hogar.
En España deberíamos adoptar medidas similares, incluso alguna más que permita a los niños ciertas libertades.
Se ha demostrado que los niños apenas contagian la enfermedad y, además, la mayoría son asintomáticos por lo que no corren demasiado peligro con el Covid19. No estoy diciendo que deban tener plena libertad para contagiarse y acabar trayendo el virus a casa, lo que acabaría teniendo consecuencias mayores, sino que siempre que se cumplan las medidas de seguridad (grupos burbuja en los colegios, clases extraescolares, ocio, etc.) deberían poder hacer ciertas cosas.
Los psicólogos ya han alertado de lo que puede suponer un confinamiento para ellos, y los profesionales de la educación también han alertado de lo que supondría perder, de nuevo, un año de curso escolar. Hablamos de que una generación completa quede rezagada en lo que a educación se refiere y con un alto porcentaje de problemas mentales como fobias, ansiedad, estrés e incluso depresión infantil por lo que, en mi opinión, la gravedad de la situación debería acompañarse con acciones a la altura.
Lo que propongo es sencillo, y es lo que muchos educadores proponen, que los colegios no se cierren, que los niños puedan seguir jugando y socializando en sus grupos burbuja e incluso que se permitan las excursiones y las actividades extraescolares siempre y cuando se sigan cumpliendo todas las medidas de seguridad y prevención en esos grupos burbuja.
¿Qué peligro puede tener Ana, de 4 años, junto a sus compañeros de aula, acudiendo a clases de pintura? Pues exactamente el mismo que acudiendo a clase, siempre y cuando (repito) hablemos de acudir a todas estas actividades sin salir del grupo burbuja.
En AEM Actividades Extraescolares en Madrid, aseguran que las actividades extraescolares que organizan solo se llevan a cabo cuando consiguen un número determinado de alumnos de una misma aula, de modo que jamás se mezclan los grupos burbuja y, por ende, los niños no tienen más peligros que yendo a clase.,
Y esto es lo mismo que proponen ciertas agencias de actividades de aventura. El año pasado, mis peques y los de dos aulas más de primaria, fueron de excursión con ellos a Cuevas Bajas y lo pasaron genial, además de aprender muchísimo. Este año, lo que se propone es que vayan los grupos burbuja por separado a este tipo de excursiones donde el único contacto externo sería el guía o monitor asignado, quien llevaría mascarilla en todo momento y desinfectaría el material utilizado.
¿Por qué no permitirlo?
Actualmente hay niños que solo tienen la escuela como vía de escape. Los educadores de Madre de Dios Ikastetxea se plantean la siguiente pregunta: ¿qué pasa con un niño pequeño, hijo único, que carece de más contacto social con otros niños salvo el que tiene en la escuela? Sin hermanos de edades similares, y sin tener siquiera un primo cercano, el colegio es el único medio a través del cual tiene la posibilidad de relacionarse, jugar y aprender del prójimo. Si cerramos las escuelas, y no puede acudir ni siquiera a un parque, ¿qué tipo de relaciones sociales podrá establecer ese niño? Y cabe destacar que relacionarse solo con adultos, sobre todo con los mismos adultos, puede ser altamente perjudicial, psicológicamente hablando, para el pequeño.
Y ahora voy a ir un poco más allá. Está claro que los niños que se juntan en un parque con columpios infantiles y que, además, no portan mascarilla, pueden contagiarse unos a otros tanto este virus como cualquier otro. No obstante, ¿qué sentido tiene que no puedan jugar en esos espacio para protegerlos a ellos, y a sus familias, cuando sí tienen permitido ir con sus padres a la terraza de un bar y jugar con los niños de otras mesas? Hay cosas que, sintiéndolo mucho, no tienen sentido.
Y está claro que la responsabilidad final es de los padres, y son ellos quienes deben decidir si acudir a esa terraza o no y, en caso de hacerlo, si dejar que sus hijos jueguen con otros allí o se mantengan sentados en la mesa sin moverse pero la realidad es que son niños, y pedirles que no se muevan es altamente complicado. Además, tampoco me parece demasiado lógico que Ayuntamientos de distintas localidades, o incluso gobiernos autonómicos prohíban unas cosas para “prevenir antes que curar” y luego dejen al libre albedrío la posibilidad de realizar otras cosas cuando el peligro es exactamente el mismo.
Un miedo cada vez más patente
Está claro que esta segunda ola de contagios acaba de empezar. Vamos de cara al invierno, cuando todos los virus se activan y tienen mayor virulencia, así que la posibilidad de un nuevo confinamiento está sobre la mesa.
Ya somos muchos los que hemos renunciado a la Navidad. Los hosteleros tienen la esperanza de que pueda celebrarse, igual muchísima población, pero yo no soy positiva al respecto ya que los números no acompañan y más vale tener a todos sentados en la mesa de Nochebuena (aunque sea en distinta mesa) que tentar a la suerte para que falte uno, o dos.
Si está tendencia sigue así, las posibilidades de que todo se cierre son altas y entonces me hago la pregunta que me hacía al principio: ¿y qué pasa con las consecuencias físicas y psicológicas de nuestros niños? Ellos fueron los primeros en sonreír, en aplicar cada una de las normas nuevas en la escuela y los primeros en pintar carteles con arcoíris y el lema “Todo va a salir bien” así que cumplamos nuestra parte y no les dejemos en la estacada. Busquemos formas de que todo salga bien sin tener que aíslas a nuestros pequeños de nuevo.